Como estaba escrito, sprint en el Giro de Italia, y victoria de Jonathan Milan

En el Giro, como en la Biblia, todo sucede para que se cumpla lo que estaba escrito. No hay carrera más ritual, ceremonial. Décadas y décadas de repetición han fijado el canon. Etapas llanas por el sur, donde no huele a albahaca, sino a pobreza y a lucha operaria, humo del carbón en el que grillan pinchos de oveja vieja, arrosticini, y a incienso y a polvo de iglesia, más de 200 kilómetros hacia playas de dunas. Fuga sin lucha. Salen cinco rápido y los equipos de sprinters cierran la puerta. Cuatro horas de calma, unos minutos de aceleración para acabar con la fuga, media hora de caos, caídas, estrechamientos inexplicables de la calzada, frenazos y, ya estaba escrito, nadie lo dudaba, un sprint, y la victoria de Jonathan Milan, un corredor de 22 años, tan joven y debutante, del año 2000, como Remco Evenepoel, que suena a viejo conocido.

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