La Australia de Tom Slingsby se lleva la regata del millón de dólares del SailGP

Al volante, Tom Slingsby es un corsario que navega con el cuchillo entre los dientes. Concluidas las series previas, las eliminatorias que dejan a España, finalmente, novena de la tercera temporada, Australia, Nueva Zelanda y el Reino Unido disputan la gran final. En SailGP no se navega, se pelea, y, con los puños, o el cuchillo, el mejor es el regatista australiano. Es el espíritu de las regatas antiguas, qué te juegas a que te gano, qué te apuestas. Y los golpes bajos y los atajos están prohibidos, ma non troppo. En las gradas chillonas una aficionada australiana agita un gigantesco muñeco hinchable, un boxing kangaroo, bicho amarillo con guantes rojos, el símbolo del que más orgullosos se sienten, el espíritu de lucha, y desde el agua, cerca del puente del Golden Gate, por donde llega la brisa, Slingsby responde audaz a la llamada al combate, se lanza hacia el catamarán británico cuando se están acercando a la salida, lo adelanta y lo frena. Un rival menos. Ben Ainslie, el mejor regatista olímpico de la historia, el único que ha conseguido medalla de oro en cuatro Juegos consecutivos, ya no pinta nada en la final. Ya solo quedan dos. “Han seguido la estrategia que tocaban, sí, agresivos y es lo que tienen, ¿no? Que son agresivos, se arriesgan y les sale bien en los momentos que toca”, dice el conductor del F50 español, Diego Botín, que contempla la regata desde su barco flotando inmóvil en la banda del campo de regatas. “Esa es la fórmula, ¿no?”

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